Comienza el desafío para muchos padres; dormir al bichito gamberro; en mi caso no ha tenido muchos problemas para caer redondo en la cuna cuando papi y mami han querido un rato de intimidad y tranquilidad, pero ahí está la gracia de los bebés que nunca sabes lo que te deparará ese gran día.
En una noche mala como cualquiera puede tener, lo más malo que puede ocurrir es que se acuesta tarde en torno a las doce o una, haber llorado solo una hora y despertarse dos veces más de la cuenta.
Pero en una noche nefasta, (esas las temo) puede pasar de todo; y dan la casualidad, que coinciden cuando los dos padres están más cansados de todo el día, no soportan ni que te respiren al lado y tienes que sujetarte los párpados con palillos. Lo más gracioso es que esas noches ocurren cuando crees que el bichito ha tenido un día de lo más tranquilo y te da la sorpresa de que hoy toca fiesta de pijamas.
Comienza, cuando se menciona la palabra vámonos a la cama ya que es muy tarde, entonces empiezas a notar al bichito algo inquieto. Le has bañado relajadamente, le has dado de comer tranquilamente calentitos ya en el salón, le has cambiado otra vez de los pies a la cabeza porque se ha hecho caca y se le ha salido del pañal por todo el cuerpo ( con esto último ya empiezas a notar cómo va a ser la noche). Vuelves a darle el pecho, probando si se ha quedado con hambre y le pides a papi si puede dormirle mientras acabas un par de cosas de la casa.
Una hora más tarde, viene preocupado porque el niño no se quiere dormir, ¿se habrá quedado con hambre?. Bueno vamos a intentarlo; no, no tiene hambre; mientras te vuelves a guardar la teta viendo como el bebé se aparta de ella removiéndose en los brazos y empezando a gimotear.
De acuerdo vamos a probar otra cosa, cántale mientras le balanzeas despacio. No; no quiere tampoco, y a lo tonto ha pasado otra hora más.
¿Tendrá gases?, se revuelve mucho; puede ser, vamos a probar. Le pones boca abajo, le pones de pie, le pones en la mesa para hacerle ejercicio con las piernas y repites todo el proceso un par de veces. Nada funciona.
Cuidado, se está empezando a desesperar, el pobre quiere dormir y no puede, según santo google es que tienes que enseñarle a dormir; para ti no tiene ciencia, es lo más fácil del mundo te acuestas y cierras los ojos, pero él es un bebé, por lo visto no saben, aunque se pasen dormidos casi todo el tiempo del día, pero bueno.
Cuentas hasta diez, respiras, cuántas hasta diez otra vez por si acaso y en ese momento, empieza el juego de pasar al bebé, a ver cuál de los dos padres es el salvador de la noche.
De pie, paseo, sentado, repertorio de canciones( no sabía que me supiera tantas), canciones inventadas( como siga así grabo un disco), meterlo en la cama, cambio de pañal, abrigalo, desaropalo, teta, no teta. Cuenta hasta treinta, respira, cagate en el momento en el que pensastes de tener un hijo, echa de menos el volver a estar soltera y de fiesta, intenta ser positiva, nana arriba, nana abajo, discute con tu pareja de porque no se puso la «gomita» en el momento preciso, reza a todos los dioses que pueden existir en el universo,cambio de pañal, llanto de la madre, el padre se tropieza con las perras que también están en medio, vuelve a darle teta, cuenta hasta 200, respira, sonríe, ríete de la situación y de repente, sin saber cómo… silencio.
Tres horas o veinte después( ya no tienes noción del tiempo) de llanto incontrolado, lo ves por fin dormido sin saber cómo en su cuna (con cara de no haber montado el espectáculo del siglo) plácidamente y entonces se te olvida todo lo sucedido, ahora sí que sí; besito súper silencioso de buenas noches, cuenta hasta diez otra vez, respira y piensa y reza para que no vuelva a tener noches cómo estás.