Tengo que irme pequeño mío

Carta a mi bichito:

Hijo mío; es duro separarme de ti, tú no entenderás ahora porque tu mamá no puede quedarse todo el día contigo como antes. Abrir los ojos y ver mi cara calmándote, dormirte en mis brazos por la noche tranquilamente mientras comes de mi pecho.

Pequeño mío, si de mi dependiera me pasaría todas las horas del día a tu lado, como al principio; pero por desgracia, los planes que teníamos pensado no han podido ser y reclaman a mamá de vuelta a su trabajo.

Cariño mío, no es que mamá no te quiera, al contrario te quiere tanto que va a volver a un trabajo que no quiere, no la hace feliz, que la mata lentamente cada hora que pasa allí; simplemente para conseguirte todas las cosas del mundo que me pidas.

Mi bebé, sé que mamá te prometió pasar este año entero contigo pero algún día te contaré todo lo que mamá tuvo que hacer para dartelo todo, y te prometo que cada segundo, minuto y hora que mamá tenga libre será para ti; para jugar, reír, comerte a besos…

Tú ahora no lo entenderás, pero mamá intentará cambiarlo todo por ti y poder estar contigo.

Y sé, que volver a casa valdrá la pena cuando me sonrías y nos volvamos a encontrar después de un día duro, mi bichito gamberro.

Te quiere, mamá.

No estoy gordo, estoy hermoso

Me encanta, como me supongo al resto de padres; ver a su bichito arregladito, guapo, crecer. Ver cómo ese pequeño bultito se está convirtiendo en todo un señorito o señorita.

Para tí, ese bichito cada día está más guapo, tan guapo que le explotarías los mofletes a besos. Y como me supongo te encanta pasearlo y que la gente te pare y te diga lo bonito que está, que sanito se ve y que grande está ya (crecen por días).

El «kit» de la cuestión, es cuando esos piropos que le dicen no son muy de tu agrado ( aunque sabes que normalmente no van con ninguna malicia).

Por ejemplo; que te digan que qué «salao» es tu bebé (a mi sinceramente no me gusta mucho), todos sabemos que es más bien decirle » es gracioso, pero no es tan guapo como tú te piensas», vamos decirle feo de una manera maquillada.

Pero a nivel personal, el que menos me gusta y no sé porqué, es decirme que mi bebé está «gordo». Porque hay muchas formas de decirlo, he oído como me lo han dicho de forma cariñosa, de forma graciosa, pero la que no aguanto es a la forma con la cuál se quieren referir a él, como si no parará de darle de comer y fuera a reventar.

Y como lo sé por el comentario que me dicen » madre mía cómo está de gordo, no le des tanto de comer»(más claro agua); puede ser que esto ocurra porque mi bichito cuando nació era un mico, pesó muy poquito y de golpe y porrazo ha puesto todo lo que tenía que poner y está grandecito.

Pero no señores míos (los que hacen esos comentarios con malicia), no está gordo está hermoso (como dice mi amiga Irene), gordos estarán ustedes, que se les ve bien «salaos».

Pañal vs Papá

Mi pareja es un gran padre, se le cae la baba con su pequeño bichito(como me supongo a los demás padres con su pequeño).

Le lava, juega con él, va de paseo enseñando al mundo su pequeño gran regalo, le intenta dar de comer (prefiere siempre a mamá, pero él lo intenta).

Pero hay algo para lo que papá no está preparado; el cambio de pañal. Y no es que no le halla cambiado el pañal muchas veces, hablo del cambio de pañal en el cual hay más mierda que pañal.

Y de esto me di cuenta el otro día, despertando de siesta por los casi llantos de desesperación del padre (el chiquinino estaba tranquilamente meándose de risa).

Todo comenzó cuando papá despertando tranquilamente de siesta, pensado en tomarse un café relajadamente, pobre de él no sabia lo que se le venía encima.

El pequeño bichito gamberro despertaba también pidiendo atención; lo que llevó a papá a atender a la criatura. En ese momento notó un olor extraño que provenía del pañal, con lo cuál iluso de él, decidió hacerse cargo de la situación y dejar a mamá dormir tranquila.

En ese momento descubrió el pequeño regalo que le tenía la criatura y sin pedir ayuda se dispuso a hacer uso de sus habilidades y ponerse manos a la obra.

He aquí la situación que me encontré despertando lentamente de la siesta,(meandome de la risa, sinceramente).

Papá desvistió al pequeño, y retiró lentamente la parte de arriba del pañal, observando que el bichito estaba lleno de mierda hasta el ombligo. Asqueado, empezó a limpiar con todas las toallitas que encontró a su alrededor.

El bichito viendo cómo papá estaba ganando la batalla, decidió hacer de las suyas y empezó a mover las piernas con energía, a lo que mi pareja no pudo sujetarle los pies y uno de ellos se posó primero en la mierda y de segundo en la sudadera de papá.

Papá más asqueado imposible, empezó discretamente a pedirme ayuda(yo seguía dormida), sin darse cuenta que el pequeño gamberro decidió rematar la faena, meándose en la mano de su querido padre.

Ahora ya sí, presa del pánico y por las veces que me llamó, desperté de mi letargo observando la escena.

Papá nervioso y a punto de la desesperación, manchado por todas partes y el pequeño gamberro riéndose ajeno a su gamberrada, mamá descojonándose de todo lo ocurrido, intervino como pudo dejando a papá acabar la faena.

Esta vez el pañal pudo con papá, pero la próxima vez papá intentará ganar la batalla pequeño bichito gamberro.

Eres una bendición, pequeño

Todavía recuerdo, hace dos años y pico (como pasa el tiempo), cuando le di a elegir a tu padre entre perro o niño. La estabilidad ya sabéis; vivir juntos, trabajando, con algunos ahorrillos; así que me entraron ganas de ampliar la familia.

Eligió perro; iluso de él, no sabía lo que se le venía encima; un demonio de cuatro patas llamada Maya ( ya es más buena y la queremos mucho).

Pasó el tiempo y cada vez estábamos más agusto y más tranquilos con nuestra pequeña familia, de dos «adultos» y dos perritas. Nos acostumbramos a lo bueno, pasear a las bichas, trabajo, ratos en pareja, salir con los amigos, lo normal(para nosotros).

Y entonces llegó cuando el mundo se paró, y decidiste pequeño mío que era tu momento; el momento de darnos la oportunidad de otro reto en la vida, de trastocar toda nuestra rutina, probarnos como padres (yo nunca he sido mucho de niños, bien lo saben mucha gente).

El embarazo no fue para nada tranquilo (soy un terremoto), no tuve ni tranquilidad en el trabajo, ni en casa, en ningún lado vamos; el parto fue lo que menos agradable ( más traumático imposible).

De pronto cuando el mundo volvió a moverse, nuestro pequeño mundo formado por dos adultos(ahora ya sí) y dos perritas, se paró y se reinició con esa mirada de supervivencia que tuviste al nacer, esa fuerza al agarrarme el dedo, ese llanto (bendito llanto) aclamando que habías llegado.

Y ahora nuestro mundo solo gira entorno a tí; cuando todas las mañanas despiertas sonriendo, cuando me comes a besos de babas, cuando sonríes pícaramente porque te hacen alguna gracia, cuando parloteas creyendo que te entendemos (no entendemos nada de nada).

No sé hijo mío que hemos hecho para merecer te, pienso que estabas ahí escondido esperando a que decidiéramos tenerte para aparecer en nuestras vidas, y como siempre has sabido llegar en el momento adecuado, mi pequeño bichito gamberro.

Primera cana y encima brilla la hija puta!

Algunas personas dirán, que con la edad el crecimiento de las canas es normal. El estrés, los agobios, que se nos pasa el arroz, que ya tocaba alguna, que seguro que tenía más y no me había fijado hasta ahora… . Todo lo que queráis decir.

Pero cuando una es joven, o se considera joven, pasa tiempo revisando su imagen, cuidándola (ya no tanto como una quisiera), y el tema canas está a la orden del día.

Es por esto que me quedó impactada, ver esa primera cana, bajando por el ascensor con mi pareja y el niño para ir a dar un paseo. El cachondeo de mi pareja fue tremendo, viéndola surgir y brillar como la que más de entre el resto de pelo

Blanca y luminosa asomaba la cabrona de entre todos los pelos de la cabeza. ¿Cómo no iba a tener una cana? Si no paro, el niño, la pareja, la familia, las perras, la casa, las cuentas, los recados… .

Es en ese momento de madurez, que da por observarte en el espejo; una cana (que yo vea, que a saber cuántas más habrá), estrías de haber engordado tanto y adelgazado de golpe, la barriga aún hinchada de haber tenido a mi bichito dentro, ojeras que me dan la vuelta al cuerpo, blanca como la nieve de darme poco el sol, y mil cambios más por todo el cuerpo.

Y de pronto, aparecen por la puerta, dos personitas y me abrazan y me besan y me llenan de babas; las estrías dan igual, los kilos de más; que les den viento fresco, la cana; brilla cada vez más la mamona, pero todo; se desvanece y te hacen sentir la persona más maravillosa y bella del planeta.

Reto de hacer tareas, koalachallenge

Empezamos la jornada de un día normal, mi bichito se ha podido despertar unas 3 veces o menos a comer por la noche (ya va siendo más mayor) y su última comida es a las siete de la mañana, ahí es cuando empieza el dilema; ¿me levanto y empiezo a ponerme las pilas, quedando todo a punto para antes de que se despierte o me quedo en la cama en modo oruga y salgo de mi crisálida con su próxima comida?.

Decido despegarme de la cama. Con los ojos aún cerrados, me dirijo patosamente a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible para no avisar a la familia de que mamá leona ( leona, por los pelos que tengo recién levantada claro está) se ha levantado de su querido letargo.

Lentamente me preparo un café con tres o cuatro galletas y me dirijo al salón a postrarme un ratito en el sofá calentita con el brasero, por lo menos hasta que acabe de desayunar, disfrutando de esos momentos de paz y tan relajadamente se van cerrando los ojos lentamente, hasta que…. ¡Mierda! Mi pareja me despierta una hora y media después, me quedé dormida con media galleta hundiéndose en el café.

Ahora empieza la carrera, mi bichito se ha despertado y me reclama, sonriendo pillamente en su cuna esperando a que le coja para comenzar el día. Voy corriendo a por todo lo necesario para quedarle guapo y listo para otro día.

¡Listo! Media hora después de babas, arañazos, patadas, mancharme de pipí, llanto porque no quiere las vitaminas, agarrarle porque se me escapa rodando ( si señores este niño ya intenta escapar de su madre), está arreglado y guapísimo; ahora es hora de comer y relajarse un ratito jugando en su trona.

Aprovechando que está distraído, voy a organizarme para ver por dónde empiezo a limpiar y recoger esta casa de locos, he de recordar que tengo dos perras, por lo que es el doble de limpieza.

Ya organizado todo, empezemos…. Vaya por donde el bichito me vuelve a reclamar, de acuerdo cambio de táctica, vamos a jugar a limpiar con mamá, me pongo la mochila y allá donde voy yo viene mi bichito colgado.

Barremos, aspiramos, fregamos, ponemos lavadoras, recogemos ropa, recogemos juguetes, hacemos la cama, fregamos la loza, recogemos más ropa, volvemos a aspirar ( las perras que se mueven y dejan caminitos de pelos), limpiamos terrazas, más pelos…

Y creo que ya por fin, por ahora claro está; miro a mi bichito y se ha dormido, ¡Perfecto! Aprovechando le coloco en su cuna y despacio y mandado a callar hasta el último pelo de la perra que hay escondido en el último rincón de la casa, desfiló tranquilamente a la cocina.

Donde por fin, aquel café de las siete de la mañana con media galleta hundida, sabe mejor que nunca.

No queremos chupete, solo queremos dedo

Actualmente se pueden leer, ver, oír, muchos temas con respecto al uso del chupete; unos que sí, que mejor que lo enganche, que así se calma mejor; otros que no; que como lo natural, no hay nada como el pecho, que luego es difícil quitárselo.

Personalmente a mí, «me vale verga», y es que lo dejo a la elección de mi bichito. Ya que desde el primer momento que lo tuvimos en brazos, intentamos ponerle su chupete y pareció que si le gustaba. Estaba súper gracioso, con esa carita tan pequeña y ese chupete que parecía más grande que él.

Pero fueron pasando los días y empezó a realizar lo que llamamos «el lanzamiento de chupete»; en el cuál, nuestro pequeño gamberro aprovechaba que no le estábamos sujetando el chupete y no le mirábamos para quitárselo de la boca con fuerza mediante lo lanzaba con la lengua.

Extrañados, probamos chupetes de todo tipo; planos, redondos, con forma de pezón, más grandes, más pequeños, de látex, silicona, fisiológicos, anatómicos, efecto piel, blandos, más duros, bendecido por el Papa, untado en mi olor para que le recuerde a mí, uno para gobernarlos a todos… ¡Todos!.

Pero no, el niño no quería ninguno, así que nos dimos por vencidos y no insistimos más, en su defecto el bichito lo que engancho fue su propio dedo. Dedo para dormir, dedo para relajarse, dedo para jugar, dedo para rebozarse por toda la cara, ¡Dedo y más dedo!. Y nosotros tan normal.

Y ahí viene cuando la gente (que por algún casual decide que tiene que preocuparse por las manías de tu hijo, más que tú), empieza a hacer los comentarios de que el niño, no puede engancharse al dedo cada vez que él quiera, que tiene que coger sí o sí un chupete por sus santas narices.

Que no es bueno que se chupe el dedo, que babea más, que le salen más granito, que la manía no se le va a quitar nunca, que eso queda muy feo, que le untemos algo amargo o picante en el dedo para que lo suelte, que le pongamos a presión el chupete, que le agarremos la mano,… etc, etc.

Y entonces miro a mi bichito gamberro, con esa cara de pillo que tiene, saboreando su querido dedo; él, tan ajeno a todo lo que están diciendo de su querido dedo. Actuó como mamá osa que soy, les sonrió a los comentaristas y les digo que si mi niño solo quiere carne y no quiere el plástico guarripondio de los chupetes, que se coma y se «babe» el dedo las veces que haga falta, que cuando sea más mayor si no lo suelta ya le cortaremos el dedo si hace falta.

Ten cojones a dormirle, si puedes

Comienza el desafío para muchos padres; dormir al bichito gamberro; en mi caso no ha tenido muchos problemas para caer redondo en la cuna cuando papi y mami han querido un rato de intimidad y tranquilidad, pero ahí está la gracia de los bebés que nunca sabes lo que te deparará ese gran día.

En una noche mala como cualquiera puede tener, lo más malo que puede ocurrir es que se acuesta tarde en torno a las doce o una, haber llorado solo una hora y despertarse dos veces más de la cuenta.

Pero en una noche nefasta, (esas las temo) puede pasar de todo; y dan la casualidad, que coinciden cuando los dos padres están más cansados de todo el día, no soportan ni que te respiren al lado y tienes que sujetarte los párpados con palillos. Lo más gracioso es que esas noches ocurren cuando crees que el bichito ha tenido un día de lo más tranquilo y te da la sorpresa de que hoy toca fiesta de pijamas.

Comienza, cuando se menciona la palabra vámonos a la cama ya que es muy tarde, entonces empiezas a notar al bichito algo inquieto. Le has bañado relajadamente, le has dado de comer tranquilamente calentitos ya en el salón, le has cambiado otra vez de los pies a la cabeza porque se ha hecho caca y se le ha salido del pañal por todo el cuerpo ( con esto último ya empiezas a notar cómo va a ser la noche). Vuelves a darle el pecho, probando si se ha quedado con hambre y le pides a papi si puede dormirle mientras acabas un par de cosas de la casa.

Una hora más tarde, viene preocupado porque el niño no se quiere dormir, ¿se habrá quedado con hambre?. Bueno vamos a intentarlo; no, no tiene hambre; mientras te vuelves a guardar la teta viendo como el bebé se aparta de ella removiéndose en los brazos y empezando a gimotear.

De acuerdo vamos a probar otra cosa, cántale mientras le balanzeas despacio. No; no quiere tampoco, y a lo tonto ha pasado otra hora más.

¿Tendrá gases?, se revuelve mucho; puede ser, vamos a probar. Le pones boca abajo, le pones de pie, le pones en la mesa para hacerle ejercicio con las piernas y repites todo el proceso un par de veces. Nada funciona.

Cuidado, se está empezando a desesperar, el pobre quiere dormir y no puede, según santo google es que tienes que enseñarle a dormir; para ti no tiene ciencia, es lo más fácil del mundo te acuestas y cierras los ojos, pero él es un bebé, por lo visto no saben, aunque se pasen dormidos casi todo el tiempo del día, pero bueno.

Cuentas hasta diez, respiras, cuántas hasta diez otra vez por si acaso y en ese momento, empieza el juego de pasar al bebé, a ver cuál de los dos padres es el salvador de la noche.

De pie, paseo, sentado, repertorio de canciones( no sabía que me supiera tantas), canciones inventadas( como siga así grabo un disco), meterlo en la cama, cambio de pañal, abrigalo, desaropalo, teta, no teta. Cuenta hasta treinta, respira, cagate en el momento en el que pensastes de tener un hijo, echa de menos el volver a estar soltera y de fiesta, intenta ser positiva, nana arriba, nana abajo, discute con tu pareja de porque no se puso la «gomita» en el momento preciso, reza a todos los dioses que pueden existir en el universo,cambio de pañal, llanto de la madre, el padre se tropieza con las perras que también están en medio, vuelve a darle teta, cuenta hasta 200, respira, sonríe, ríete de la situación y de repente, sin saber cómo… silencio.

Tres horas o veinte después( ya no tienes noción del tiempo) de llanto incontrolado, lo ves por fin dormido sin saber cómo en su cuna (con cara de no haber montado el espectáculo del siglo) plácidamente y entonces se te olvida todo lo sucedido, ahora sí que sí; besito súper silencioso de buenas noches, cuenta hasta diez otra vez, respira y piensa y reza para que no vuelva a tener noches cómo estás.

Intenta salir de casa

Llega el momento tan esperado de poder dar un paseo tranquilos con el bebé, el paseo en sí es tranquilo, la preparación antes del cuál no lo es tanto.

Primer paso; preparamos al niño, le arreglamos ponemos guapo, pañal limpio, colonia y abrigadito que hace frío.

Segundo paso; dale de comer, mientras papi va preparando la bolsa con todo lo necesario por si acaso, pañales, toallitas, cambiador, muselinas, chupetes( por si acaso lo quiere, mi bichito no es mucho de chupetes), algún sonajero, por si podemos distraerle si se pone nerviosito y una muda por si acaso decide hacer la fiesta de me mancho entero de mierda.

Tercer paso; le toca a los padres arreglarse, primero mamá, mientras papá se hace cargo del bichito. Lo mejor es ir cómoda, no muy arreglada ni con ropa muy aparatosa(por si tienes que sacarte la teta en un momento) y después papá, el acaba pronto que vaya como quiera, la comida del bebé ya la lleva mamá encima.

Cuarto paso; revisar toda la casa, todo apagado, las perras algo nerviosas, no saben a donde se llevan a su hermanito y notan a los papis algo nerviosos de arriba a abajo.

Quinto paso; vamos fuera, corre date prisa; llaves, cartera,… . Joder se despertó, hora de comer. Venga vale, volvemos al salón, come pequeño tranquilito, revisión de pañal; perfecto. No lo muevas mucho que vomita.

Sexto paso; ahora ya si nos vamos, revisa todo de vuelta por si acaso, vuelve a quedar a las perras tranquilas, chao chao nos vamos. Mierda se despertó, que le pasa?, Por qué pone esa cara? Se hizo caca, vale tardó dos minutos, papá, tranquiliza a las perras, coño!!.

Séptimo paso; ya sí que sí, todo todo listo, paseo por fin, aire, calle; pero no tardemos mucho que se nos ha hecho muy tarde y hay que volver pronto a casa, para seguir con la rutina.

Santo Google

Internet es de todo; periódico, pasatiempos, tienda, guía, libro,…etc. pero yo lo uso sobre todo como médico; mal hecho lo sé, pero sinceramente prefiero asegurarme antes de ir por cada tontería al pediatra y que te miren como si estuvieras loca.

Y es que nos preocupamos por todo con respecto al bebé, primeriza lo sé, nunca antes has tenido un bebé para ti sola, quieres que sea perfecto y que siempre esté bien.

Sobre todo al principio que es tan delicado, pequeño y piensas que todo le puede pasar; se ven tantas cosas en la tele, en noticias de las redes sociales, que ya no sabes si hasta un pestañeo lo estará haciendo bien o le pasa algo.

El otro día hasta busqué, que si tener tanto hipo era normal, ya que veía que le daba mucho. Claro que tiene hipo, es normal, respira como cualquier persona que le da hipo.

También al recurrir tanto a internet hay que saber diferenciar de las páginas que sirven y las que te lo pintan todo mal. Y si la preocupación ya es muy grande lo mejor es acudir al médico que para eso están y saben perfectamente todo lo que le ocurre

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